Si quieres ver tu futuro, te invito a mirar tu pasado y si quieres construir futuro foco en el ahora

El pasado y el futuro, no son contabilizables por la física. Los sentidos sólo pueden percibir presente, desde una mirada centrada en la biología, al momento de recordar una experiencia pasada, se activan regiones cerebrales y hormonales que permiten que lo podamos sentir. Para nuestras células eso no es memoria, es presente, lo están sintiendo, sólo la mente sabe que eso no está pasando.
Einstein decía que “el pasado y el futuro no son sino una ilusión, aunque eso sí, muy convincente”.
Donde tambien es necesario que tengamos objetivos, ya que estos son un estímulo que nos permite accionar, estar presente, sobre todo en los momentos difíciles, siendo un punto de referencia por donde la voluntad se desliza.
Etimológicamente la palabra voluntad procede del latín voluntas, tatis, que significa querer. Hay una distinción muy interesante si nos vamos a los matices. Desear es pretender algo de forma pasajera y momentánea, que no tiene continuidad y querer es determinación, propósito firme, decisión sólida, es accionar para conseguirlo.
Por más que recordemos el pasado o queramos anticiparnos al futuro, vivimos en el presente.
Para ir fortaleciendo la voluntad, es importante no buscar resultados inmediatos sino mediatos, saber esperar y saber continuar. Es fluir en el paso a paso, conservando el eje. Acá me voy a detener y lo voy a detallar, para encontrar sentido a lo que estoy relacionando.
Si vivimos la vida en un acto constante de fluir, sin tomar decisiones, probablemente nuestra vida será comandada desde el inconciente, tomar la vida como un simple acto constante de fluir, nos podría posicionar en un lugar de irresponsabilidad, en que no tomamos nuestras propias decisiones, sino que las mismas quedan en manos del entorno. El fluir se podría convertir en una excusa de nuestra irresponsabilidad, o en una herramienta para empoderarnos. Y acá necesitamos decidir, si analizamos la palabra, en latín significa “decidere” que a su vez encuentra su origen en el verbo “caedere” y significa “cortar”. Cortar algo, separarlo de otra cosa. Esta raíz etimológica también da origen a la palabra en español “caer”. Así, la palabra decisión es lo mismo que hacer una incisión, un corte en el camino para empezar algo nuevo. Es lo que nos ordena, nos entrega equilibrio. Y este no implica estar estático en un eje, implica tener la habilidad de nutrir al eje mediante el movimiento. Una persona entra en desequilibrio cuando su movimiento es constante y ha olvidado su centro. Es decir, no es el hecho de moverse, de cambiar nuestra vida lo que nos hace vivir en desequilibrio, sino el haber olvidado para qué lo hacemos.
El verdadero eje que mantiene el equilibrio de todas las cosas es recordar quiénes somos, por más incertidumbre que tengamos, la constancia es clave para a liberar nuestro potencial, una persona con voluntad alcanza lo que se ha propuesto si es constante. Esto significa tenacidad, insistencia, perseverar, no darse por vencido cuando las cosas empiezan a costar, conectandonos con el dominio de nosotros mismos, siendo este uno de los retos más nobles y que nos elevan por encima de las circunstancias.